Rarámuris.

Los rarámuri, una cultura que se resiste a la imposición del modo de vida "occidental" preservando tradiciones milenarias con las cuales respetan y contribuyen al equilibrio de las fuerzas de la naturaleza, las potencias de la vida.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

El Siríame; gobernador tarahumara


Por: Juan Ramón Camacho Rodríguez

En la Sierra Tarahumara se oye la atractiva sonoridad de una palabra: “Siríame”, que es un vocablo más de orden ético que político.  Tratando de rarámuris, pensamos en una sociedad cuyo orden moral imita al orden cósmico, en el cual el equilibrio determina el respeto a la vida, sus potencias y su desarrollo.  Sobre este cimiento cosmológico y axiológico se establece la figura del siríame como digno contenedor, defensor y difusor de pautas de conducta y creencias unificadoras que ayudan a vivir en sociedad dentro de la orografía serrana.


La palabra rarámuri “siríame” significa “persona que trae el bastón”.  El bastón (una lanza de madera) es un símbolo de la política tarahumara que enlaza fuertemente a quien lo recibe con quien lo otorga, al gobernante con su pueblo.  El bastón le da a su portador un poder, un poder que la comunidad confiere solamente a los sabios y honorables individuos que han vivido para merecer todo el respeto y el respaldo de su gente. 
“Siríame” no significa precisamente gobernador en el sentido que los blancos o chabochis le damos a este término.  “Siríame” es un puesto con el cual la comunidad otorga enorme distinción al individuo; compromiso que se equilibra entre lo místico y lo moral, entre lo trascendental y lo que hace posible vivir con los demás. Al gobernador tarahumara le distingue el buen juicio, el conocimiento que viene de los antepasados, la prudencia del hombre que sabe cual es su lugar en el mundo y la paciencia para orientar a su gente.
Ser siríame es ser íntegro, es decir, el gobernador tiene que pensar, hablar y se hacer conforme al bien, al valor que enaltece a la persona en su relación con los demás y gracias al cual le entregaron el bastón.  Esta condición de integridad es necesaria para llegar a ocupar ese encargo comunitario, del cual jamás se aprovecha para obtener ventajas para explotar, despojar o dominar a los demás con el propósito de beneficiarse egoístamente sin recato ni límite.


La pulcritud moral y la sabiduría ancestral son rasgos indispensables en todo gobernador tarahumara. Si acaso llegara a perder esas características y no aporta beneficio alguno al pueblo, la comunidad procede con todo derecho a retirarlo del cargo. Así de simple y ejemplar es la vida política de los raráramuris.
Con esa dignidad que le condiciona en su función al frente de la sociedad, el siríame está al frente de la ceremonia religiosa, de los funerales, de los juicios, de las bodas y otras tantas actividades importantes que los tarahumaras realizan en el marco de sus costumbres valiosas. Y es su honorabilidad (y nada más) lo que le convierte en receptor del bastón.  La autoridad moral es la que más importa, no las posesiones ni el dominio sobre otros.  Al siríame se le elige por lo que es y por la certeza de que lo seguirá siendo, no por lo que tiene o busca tener.


Así que en la sierra chihuahuense, entre las barrancas y las cumbres, entre los ríos y los pinos, hay otra grandeza que debemos reconocer: la grandeza política de los tarahumaras, ilustrada con la autoridad simbolizada por un bastón, el cual, más que un bastón de mando, es un bastón de conciencia y rectitud, se sapiencia y virtud, un bastón que empodera a un hombre culto cuya misión es la conservación de su cultura, la preservación de una identidad que le hace vivir con orgullo. 

Francamente, ¿no sé que es lo que podemos enseñar a los tarahumaras en lo que respecta a política?